Yo también la he pasado

La dificultad de levantarse 

de la silla o de cama,

juntar las pocas fuerzas, 

estirarse y caminar,

acariciar a la gata que llora

y no le importa tu tristeza, 

bañarse,

desayunar, 

sin saborear, sin hambre,

acicalarse los dientes 

por si te toca mostrarlos

mientras impostas la voz

al decir "buenos días"

firme y sin quebrarte 

sin evidenciar dolor.

Sé cómo pesa el día,

la espalda,

la vida,

por tener que explicar

o incluso disculparte

por lo que es evidente:

que la apatía que irradias

y que a todas causa intriga

es porque, sí, otra vez

(otra vez, una vez más) 

no cuidaron tu corazón.

Yo también lo he pasado.


Guadalupe Fernández Escobedo


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