Yo también la he pasado
La dificultad de levantarse
de la silla o de cama,
juntar las pocas fuerzas,
estirarse y caminar,
acariciar a la gata que llora
y no le importa tu tristeza,
bañarse,
desayunar,
sin saborear, sin hambre,
acicalarse los dientes
por si te toca mostrarlos
mientras impostas la voz
al decir "buenos días"
firme y sin quebrarte
sin evidenciar dolor.
Sé cómo pesa el día,
la espalda,
la vida,
por tener que explicar
o incluso disculparte
por lo que es evidente:
que la apatía que irradias
y que a todas causa intriga
es porque, sí, otra vez
(otra vez, una vez más)
no cuidaron tu corazón.
Yo también lo he pasado.
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