Repentino y Cautela (II)
CAUTELA Alicia Escobedo La melodía que tanto se había tardado en escoger para su alarma el día anterior sonó desde el buró de su cuarto, pero Cautela aún permanecía inmóvil. Ella siempre esperaba unos segundos antes de abrir los ojos, porque quería asegurarse que no seguía soñando. Despegó un párpado y luego el otro, tan lento que sentía como se despegaban entre sí sus pestañas superiores e inferiores. Aún acostada, contemplaba la negrura de una mañana envuelta en una cortina negra. Inhaló con calma, exhaló sin ganas y lo repitió en al menos cinco ocasiones. Faltaba reunir fuerzas para poner su espalda erguida y decirle al mundo: buen día. Deslizó el cobertor, después la cobija y dejó al final la sábana. Le temía al frío. Se puso los calcetines que tenía al pie de su cama y cuidó de levantarse, como siempre, con el pie derecho, no vaya a ser la mala suerte. Vio los números del relój en la pared, se quedó como hipnotizada en el 8, lo dibujaba con la mirada. Sabía que a esa h...