Yo también la he pasado
La dificultad de levantarse de la silla o de cama, juntar las pocas fuerzas, estirarse y caminar, acariciar a la gata que llora y no le importa tu tristeza, bañarse, desayunar, sin saborear, sin hambre, acicalarse los dientes por si te toca mostrarlos mientras impostas la voz al decir "buenos días" firme y sin quebrarte sin evidenciar dolor. Sé cómo pesa el día, la espalda, la vida, por tener que explicar o incluso disculparte por lo que es evidente: que la apatía que irradias y que a todas causa intriga es porque, sí, otra vez (otra vez, una vez más) no cuidaron tu corazón. Yo también lo he pasado. Guadalupe Fernández Escobedo