Feminista que ama a macho (?) o La deconstrucción del querer

Un golpe de realidad me desdibujó de pronto el rostro de adolescente enamorada con el que escribía un corazón en Whatsapp. Le acababa de cancelar a mi mejor amiga para decirle que no sabía si la vería por buscar un regalo para mi pareja. Y, de nuevo, había aplazado redactar un nuevo texto sobre feminismo para escribir una especie de poema o de aforismos sobre el querer. Me espanté. ¿De nuevo la dejaba de lado a ella y a mí por un vato? ¿Qué no había aprendido nada?

Me atrevo a decir que una de las principales preocupaciones de algunas jóvenes feministas como yo es abandonar su proceso de deconstrucción por terminar enamorada de alguien. Aún más si ese alguien es un onvre. O si esa forma de amor termina siendo a la vieja usanza: con un montón de romanticismo, de control, de violencia o de toxicidad. 

Entre novios formales y amantes no exclusivos, he pasado ya por el macho tierno pero controlador, por el obsesionado con el trabajo para ser el proveedor y mi protector, el histérico que manipulaba mis emociones con el mero afán de mantenerme en su juego, el que me mintió sobre su edad para que una chavita como yo no saliera huyendo al descubrir que salía con alguien muy mayor, el que me quería sólo para cubrir sus necesidades sexuales sin hacerse cargo de las mías afectivas, y (el más desgastante) por el que terminé siendo terapeuta, proveedora, cuidadora, novia, socia, apoyo, obstáculo de tiempo, padre, hija y madre a la vez. 

Con cada uno fui viendo también un montón de mis actitudes negativas y dañinas, no sólo contra ellos, sino también (y más importante) conmigo misma. Ahí estaba yo siendo evasiva y mentirosa, poco clara con lo que quería o necesitaba, a ratos exigente y a ratos ausente, necia con lograr o con que el otro fuera lo que yo quería, insistente por el miedo a rendirme fácil, gritona y llorona. Entrándole a la competencia por tener el poder sobre el otro, mientras olvidaba del mío, sobre mí, sobre mis afectos y emociones. 

La verdad es que me cae muy gordo escuchar un "Bueno, de todos aprendiste y por ellos eres ahora como eres". Para ser sincera fue todo lo contrario. Con cada uno fui atrasando el proceso de descubrir mi amor propio y por los que dejé de lado el tiempo de calidad con las mujeres de mi vida. 

Recién empiezo a adentrarme más a las críticas de la heterosexualidad impuesta y lo dañinas que suelen ser aún las relaciones interpersonales hombre-mujer, independientemente si son familiares, de amistad o sexo-afectivas. Además de tener claro que la monogamia ha sido institucionalizada, obligatoria y que lleva consigo un montón de aspectos capitalistas y patriarcales como la exclusividad hija no tan escondida de la propiedad privada. 

A la par, trato de avanzar en una nueva relación, aparentemente más equitativa. Donde puedo hablar y el otro callar para oírme y viceversa. En la que no he tenido la necesidad de mentir, en la que he podido estar en la medida que puedo y quiero y en la que no exigido más tiempo del que puedo dar.

No me ocupa si él está en proceso de deshacerse de una masculinidad tóxica o tiene un interés legítimo por hacerse aliado feminista o no. Su proceso es suyo y él sabe qué hace consigo mismo y las actitudes destructivas que tuvo en su pasado y las que tiene ahora. Me ocupa mi temor a dejar de lado todo mi proceso de desarrollo personal y el poco o mucho activismo en favor de las otras. 

Ahí voy temerosa porque no quiero terminar marcando territorio porque él se fue a platicar con "la amiguita" (hasta me dio escalofríos escribir el termino tan poco sororo y despectivo). No quiero darle todo mi tiempo, mi atención, ni idealizarlo. Quiero que, si voy a hablar de él, sea desde una perspectiva crítica. Agradecer su cariño y el tiempo que nos brindamos sin anteponerlo a mis otras amistades y las horas que me debo y que me quiero dar a mí. 

Imagino a mis amigas con una perspectiva más radical, siendo más directas y espetándome un: ¿Y no sería más fácil dejar de emparejarte con hombres? ¿No estás justificando o ignorando el machismo arraigado al seguir eligiendo la monogamia y la heterosexualidad? Son preguntas que yo aún me hago. Y la verdad les tengo que aceptar que sí.

Pero con esta persona tengo ganas de compartir este tipo de afecto y mi vida sexual, que no es poca cosa y que no le quiero compartir a varios, la neta. Que me siento contenta al pasar tiempo. Que creo que ambos le damos interés al sentir y al ser del otro o de la otra sin dejar de lado nuestros sueños, ocupaciones, responsabilidades o sentires individuales ni a nuestras luchas colectivas. 

Ya le entré alguna vez al poliamor lo mejor que pude y no me sentí cómoda (quizá no lo hice tan bien porque igual había sesgos de romanticismo y condiciones de desigualdad mías y de ellos). La soltería me sentaba muy bien y me gustaba, la sentía un buen mecanismo de protección. Es sólo que ya le cambié.

No por eso no voy a aceptar que el querer tener una relación así puede ser un asunto duro. Que no estoy siendo contestataria al sistema patriarcal y heteronormativo. Que así como en mis anteriores relaciones monogámicas en las que me fue del carajo, en algún momento esta relación puede fallar. Que tampoco es como que yo sea la chava más autocrítica e instruida del mundo, eso me queda claro. Que no es como que sepa toda la receta o el camino que debo de seguir para la deconstrucción de mis querencias. Que no es como que sea yo la mejor feminista (si es que eso existe) ni que esté cien por ciento segura que él no sea un macho. Y que por eso me preocupo. 

Hoy no me quedó nada más que darme cuenta. Mandé el corazón que tenía en mi Whats, porque pues ya estaba, tenía ganas y ya. Le di "continuar con el pedido" de un regalo que encontré en línea. Pero volví a quedar con mi amiga en el horario que a ella le quedaba mejor y me senté a analizarme y a escribirme. Sigo espantada, pero al menos esta vez sé que no estoy dispuesta a dejar a las otras por un él y mucho menos a mí. Quizá, después de todo, sí he aprendido algo.

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