Repentino y Cautela (I)

REPENTINO

Alicia Escobedo

Repentino despertó con taquicardia, de nuevo, media hora antes de que sonara su alarma, y aún así sintió que se le hacía tarde. Se lanzó las manos a los ojos: le ardía quitarse cada lagaña; luego luego, sintió lágrimas en los cachetes, al parecer entre sueños había llorado."Pinche mariquita", se dijo, "Óra qué soñaste", añadió; de inmediato se empezó a culpar por no recordarlo. Volteó a ver el buró; el reloj que traía en su muñeca se lo había arrancado y lo dejó sin aliento en el tocador quién sabe en qué momento. Un resoplido de dolor llegó de la nada. Esa noche había perdido líquidos, el tiempo, la tranquilidad y hasta el aliento.  Le dolía, le dolía el pecho, la cabeza, el brazo en que se había acostado; le dolió el día, que tuviera que trabajar, no saber qué había pasado en la noche, le zumbó un oído por la presión, le pesaba todo.

Deseó que fuera más temprano para poder quedarse en cama. "¡Qué regrese el tiempo ya!" Se aventó las cobijas encima, como cuando era niño y se escondía de los monstruos. Quiso tomar el teléfono  y pedirle ayuda; de inmediato, se arrepintió. Se obligó a pararse, a beber el café, a morder el pan, a beber el agua, se le cayó el vaso. Se enojó primero  y luego se encabronó. "Mugre reguero" y secó todo al "Ahíseva". Se fue al baño: a pasarse el peine por la cabeza, a echarse agua, se sintió feo, se quitó el olor a él mismo de las axilas, a tomarse las vitaminas que tanto odiaba, el remedio para el estreñimiento: qué asco. Ansiedad, o eso creía; recordó que tenía que hacer tres pinches respiraciones profundas. Las hizo. No funcionaron de nada, odió a todo, a todos. Bueno, casi. Se odio a sí mismo, realmente.

Otra vez pensó en marcarle. ¡Qué no, déjala en paz, qué no! Déjala dormir. Ridículo, no eres más que un pinche ridículo rogón. Lloró de nuevo, se sentó y se abrazó las piernas. Se tocó dedo por dedo de los pies: uno congelado, otro frío, otro muerto. Deseó desaparecer.
Y de la nada apareció un sonido, el que detestaba: el celular.
Vio su nombre en la pantalla: Cautela.
Silencio.
Prefirió no contestarle con prisa.

Se vio en la pantalla de aparato unos segundos.

Bueno, sus ojos realmente no se veían tan hinchados. La dormilona del brazo se fue. El agua le había quitado lo chorreado. Recordó que en un sueño se había peleado con ella. Se volvió a poner el reloj; tenía media hora antes de irse. Volvió todo a su ritmo. Regresó la calma, lanzó un suspiro lento y le dieron ganas de orinar. Lo hizo. Luego pensó en ella.
Sonrió.


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